miércoles, 18 de agosto de 2010

Historias de tango contadas y cantadas en Clásica y Moderna

Los invito el viernes 27 de agosto a medianoche a la Conferencia Concert "Historias de tango contadas y cantadas" en Clásica y Moderna, Callao 892. Relato y Voz: Sonia Abadi. Guitarra y arreglos: Ricardo Rodríguez.
Reservas al 4812-8707 y 4811-3670

lunes, 26 de julio de 2010

Las mejores frases de todos los tangos

Publicado por Celina Zavala Colautti
Decime
si conocés la armonía,
la dulce policromía
de las tardes de arrabal...

(Muchacho. Música: Edgardo Donato. Letra: Celedonio Flores)

Las mejores frases de todos los tangos

Publicado por Susana Feigielson
Hoy vas a entrar en mi pasado
y hoy nuevas sendas tomaremos,
¡qué grande ha sido nuestro amor!
y sin embargo ¡ay!, mirá lo que quedó...

(Los mareados. Música: Juan Carlos Cobián. Letra: Enrique Cadícamo)

Las mejores frases de todos los tangos

Publicado por Sol Abadi:
...si vieras la ternura que tengo para darte, capaz de hacer un mundo y dártelo después

(Qué falta que me hacés. Música: Armando Pontier / Miguel Caló. Letra: Federico Silva)

jueves, 22 de julio de 2010

Las mejores frases de todos los tangos

Publicado por Sonia:
...dentro del pecho pide rienda el corazón

(Mi Buenos Aires querido. Música: Carlos Gardel. Letra: Alfredo Le Pera)

“....yo sé que me espera la consagración”

Por Sonia Abadi.

Milongueros y milongueras, tangueros y tangueras disfrutan de un bien merecido, aunque tardío reconocimiento. Saber bailar, saber de tangos, conocer esa historia no oficial del país que cuentan las letras de tango, hoy es un privilegio.
Están los que hace pocos años se encontraron con el tango y lo cultivan en milongas y peñas. Discretos, no confiesan su pasión secreta. O enfrentan la resistencia pasiva de sus amigos, cuando intentan compartir su recién nacido berretín. ¿Cómo anda el tango? le preguntan, disimulando el tono levemente burlón.
Hoy se invirtieron las cosas y lo que estaba oculto es buscado y valorado. Esos mismos amigos, después de años de desprecio o indiferencia, se despertaron. Ven que se hacen festivales, se publican revistas, y ya no quieren quedarse afuera.
Piden ayuda a los expertos: “tengo que llevar a unos tipos de la empresa que quieren conocer una milonga, vos que sabés acompañame.”
O la amiga intelectual que decía: “Piazzolla139 está bien, lo escuchan en todo el mundo, pero, ¿bailar?”, ahora pide referencias para ir a tomar clases con su marido, con la aclaración de que no le recomienden un lugar demasiado destartalado o un barrio inseguro...
Los consultan porque la barra del country quiere contratar un profe para los sábados. O porque vinieron unas chicas alemanas de intercambio cultural y lo primero que piden es ir a una milonga.
Empiezan a intuir que se están perdiendo algo. Diversión, intensidad, arraigo, ese juego al que no saben jugar, ese jardín secreto al cual no tienen acceso.
Además si sus amigos serios e importantes lo bailan, lo
escuchan, lo cantan, algo debe haber, aunque aún no sepan bien qué.
Pero sí ven el efecto en sus vidas. Como si estuvieran viviendo un romance, les brillan los ojos, tararean bajito, llenos de música y de abrazos, de emociones nuevas. Aunque a veces aparecen ojerosos o descuidan sus obligaciones. Pero el amor es así, absorbente. Se van del laburo con la bolsita de los zapatos o la carpeta de canto. Se desactualizan en cine, teatro, lecturas.
Siguiendo su ejemplo, alguno tímidamente se decide a dar el paso. Y le llega la revelación: no sólo por lo que ve o adivina, sino por lo que empieza a descubrir en sí mismo. Todavía indeciso acerca de su elección, si alguien se sube a su auto corre el dial de la dos por cuatro a la rock and pop, con cara de haber sido sorprendido in fraganti.
“¿Te gusta el tango? ¡Qué antigua!” Le decía el rockero a su amiga de la infancia. Hoy, jóvenes que cantaban rock o bailaban en las discotecas, saben de orquestas, ritmos e historias del pasado.
Del barro al asfalto, del patio al escenario, del arrabal a Europa, ida y vuelta, drama del tango que se repite a lo largo de toda su historia “... nacido en el suburbio y que hoy reina en todo el mundo...”. Fuerza y pasión, lo echan por la puerta y entra por la ventana.
Muchos circulan por las milongas y bailan por gusto desde hace cuarenta años. Cada tanto un instante de gloria con un aplauso, un mango o simplemente una conquista amorosa. Hoy algunos tienen su revancha: dan clases, se subieron al escenario, o están de gira por Europa.
¡Milongueros! Decían los vecinos con tono de censura. Can-tores y poetas, trasnochadores y encopados, bohemios y simpáticos atorrantes. Y sin embargo fueron ellos los que mantuvieron encendida la llama sagrada, a pesar de las contras, dedicándole amor, tiempo y devoción, regalándonos el tango para hacer con él nuestra identidad.

El romanticismo europeo, el tango y el psicoanálisis.

viernes, 25 de junio de 2010

lunes, 14 de junio de 2010

Tango y fútbol

Dos pasiones argentinas

jueves, 3 de junio de 2010

Historias de tango contadas y cantadas

Conferencia concert sobre el tango.
Voz y relatos: Sonia Abadi.
Guitarra y arreglos: Ricardo Rodríguez
El próximo martes 8 de junio a las 18:30 en Suipacha 1217

jueves, 6 de mayo de 2010

Me acobardó la soledad

Por Sonia Abadi

La especie humana, y muy especialmente la raza de los que frecuentan la milonga, se debate entre dos miedos igualmente aterradores: el miedo a la soledad y el miedo al compromiso.
Bailar tango es un deporte de riesgo. En cualquier momento se puede pasar del placer al temor y del temor al pánico. Ya en los preparativos comienzan las preocupaciones: si se eligió bien la ropa, si habrá con quien bailar. Una vez en la milonga los temores comienzan a tomar cuerpo: si la elegida estará disponible o esta noche se hace la indiferente, si ella conseguirá bailar con el que todas codician. Con distintos disfraces, los miedos de los hombres se resumen en el miedo a rebotar129, los de las mujeres en el miedo a planchar.
Pero al comenzar a frecuentar las milongas se hacen evidentes los verdaderos miedos. La milonga es el refugio perfecto para los que oscilan entre dos miedos contradictorios e igualmente intensos: el miedo a la soledad y el miedo al compromiso.
Se alejó de su familia, de sus amigos o está en crisis de pareja. El que va a la milonga sabe que nunca va a estar solo. De noche, de tarde o de madrugada, sabe que hay siempre un lugar abierto en donde sentirse acompañado. Siempre encontrará una mesa de amigos o una silla en la mesa de un extraño. Lo acompañarán la música, las copas y los compañeros de baile.
Sin embargo, basta que se enganche con alguien para que empiece a añorar su autonomía, a mirar con codicia a todos los otros, las otras.
Por eso las parejas que se forman en la milonga intentan todo tipo de pactos y contratos, siempre extravagantes e imposibles de cumplir, tratando de conciliar libertad y compromiso.
Prueban ir a diferentes milongas, se sientan en mesas separadas, se sientan juntos pero bailan con otros. Se ponen cuotas: dos o tres por noche, sólo cuatro tandas con otro. Ella lo obliga a excluir a algunas mujeres, él le reclama cuando cierra los ojos o se apila demasiado. Otros van en grupo y bailan sólo con los de la misma mesa. Bailan juntos pero se van cada uno por su lado, bailan con todos pero se van juntos.
Entre el hombre y la mujer el tira y afloje es permanente. Cuando él quiere compromiso ella defiende su independencia, cuando ella se pone posesiva él sale huyendo. Delicado equilibrio en el que cada uno quiere comprometer sin comprometerse, ser libre sin dar libertad.
El día dramático suele ser el sábado, tradicionalmente día en que van a bailar las parejas. Si se va solo se corre el riesgo de sentirse un paria. Para los que no están en pareja las opciones son invitar a alguien o aceptar una invitación. El problema es que se crea un lazo que va a comenzar a pesar a medida que transcurre la semana, porque, como todos saben, estar atado un viernes es casi tan duro como estar solo un sábado.
Afortunadamente la milonga siempre está allí, descarada y excitante como una amante, comprensiva y acogedora como una madre. Siempre se puede volver cuando la soledad apremia, siempre queda la opción de huir cuando la situación se pone exigente.
Crucero del amor en dos por cuatro, estar en la milonga es uno de los modos posibles de navegar entre dos miedos, sin naufragar en la soledad ni quedar anclado al compromiso.

jueves, 15 de abril de 2010

Poetas de las baldosas y el parquet

Por Sonia Abadi.

Agazapado, maniatado, domesticado durante largas horas detrás del volante, el escritorio o el mostrador, él llega a la milonga a descomprimirse, explayarse, expresarse. Es su oportunidad de ser único, de romper con las reglas del rebaño.
Corriendo todo el día detrás de los hijos, los hombres, el carrito del supermercado, el mango, y la tan pregonada emancipación, ella encuentra en el baile el tiempo de soñar, de entregarse, de ponerse en manos del otro y no tener que hacerse cargo por un rato de tomar sus propias decisiones. Acunada, amparada y guiada renuncia impunemente al mandato de ser independiente.
Pero a la vez adquiere nuevos derechos: sentarse sola, mirar sin rodeos al hombre con quien quiere bailar, abrazarse a un desconocido, y a otro, y a otro...
Allí en la milonga hombre y mujer escribirán su novela, que expresa la medida de su prisión cotidiana y la inmensidad de su sueño de libertad.
Por horas o minutos él podrá ser artista: dibujar el parquet con invisible fileteado, hacer vibrar los cuerpos como instrumentos musicales, o declamar ese verso que le llevó años perfeccionar hasta hacerlo tan sintético que encajara justo en los escasos segundos que hay entre tango y tango. Aunque nunca falta el incontinente que relata su soneto ¿o sanata? durante toda la tanda.
Pero el texto principal, el arte efímero escrito en la pizarra de la pista, es el baile mismo.
“Los pasos de tango son como las letras del abecedario con las que cada bailarín escribe su propio poema”, se cansan de repetir los maestros a los que quieren aprender secuencias de memoria, copiar pasos, imitar estilos.
Hay bailarines parcos, de texto breve y conciso, despojado y austero. Sólo el sentimiento, la calidad del abrazo y el modo de llevar el compás los rescatan de la monotonía. Algunos que deslumbran con la destreza de su fraseo. Otros tan floridos que empalagan. Ni hablar de los inexpertos que bailan un monólogo de memoria, no saben marcar y cuando ella no los puede seguir le dicen con expresión sabihonda: “Este paso no te lo sabías, ¿no?”
La poesía de las mujeres merece un capítulo aparte. Se supone que se dejan llevar. Aunque algunas se resisten, no se sabe si por recato o en un arranque de inoportuno feminismo. Otras van a remolque con una pasividad que más que entrega parece resignación.
Están también las que sin perder el diálogo imprimen al baile su propia energía, estrenando un adorno cada tanto, jugando sutilmente con las distancias y los gestos. Entregan al piso cómplice las caricias que no se atreven a brindarle al hombre. A él le toca descifrar el mensaje.
Y este milagro de creatividad se renueva y se multiplica en cada pareja, con cada tango, en una literatura de textos inéditos e irrepetibles.
El porteño es experto en improvisar, cómo llegar a fin de mes, cómo cruzar una calle sin semáforo, cómo encarar los mil y un problemas cotidianos en que lo único seguro es la incertidumbre. “Yo me mando, ya se me va a ocurrir cómo resolverlo”, parece ser su lema tanto en la vida como en el tango.
Así, el antiguo arte del payador, el renovado arte del milonguero, y el arte de vivir cada día en la Argentina tienen algo en común: el sublime talento de la improvisación.

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viernes, 26 de marzo de 2010

Encuentro tanguero

Hoy viernes en el XIII Encuentro de Institutos de la Federación Latinoamericana de Psicoanálisis haré una presentación acerca del tango, de expresión popular a red sociocultural ilustrada con fotos de época y acompañada de música.
En el origen el tango fue sólo un modo de bailar las músicas que llegaban al Río de la Plata desde diversas geografías y culturas, con figuras improvisadas, expresivas y sensuales. Fue una asimilación crítica y transformadora de las influencias extranjeras, una aleación cultural.
A diferencia de todas las danzas populares que se realizan siguiendo el ritmo, en el tango el bailarín se mueve libremente entre bailar el ritmo y bailar la melodía, según su personalidad, su estilo y su estado de ánimo. También introduce las detenciones del movimiento que se llaman “corte” y “quebrada” y crean un elemento de juego, sorpresa y libertad dentro del baile.
De a poco aparecieron los músicos, primero intuitivos y luego académicos, que crearon una música especial para ser bailada de ese modo...






jueves, 25 de marzo de 2010

Imaginemos viver hoje o tempo passado

Imaginemos hoy vivir los tiempos de antes en portugués.

Tarde me di cuenta, fuimos la esperanza, nada queda ya... canta o sobrevivente de um tempo melhor. Os títulos e letras falam por si, o tango se conjuga no passado.
Lembranças, cicatrizes, marcas de amores perdidos.
Hoy vas a entrar em mi pasado... no habra ninguna igual... nos colocam frente ao irreparável. Existe um último exemplar de cada coisa que se acaba: el último café,
organito ou farol andam de mãos dadas com la última curda, el último guapo e la última grela.
Saudades de los dieciocho años ou quince abriles mesclam-se com o culto ao antigo: viejo coche, viejo smoking, viejo Tortoni. Também a vieja luna e a vieja recova.
Porém se o passado está nas letras, o futuro está na dança. Ante o espanto dos milongueiros de sempre, os novos chegam ao tango para fugir da solidão, encontrar parceria, fazer amigos ou simplesmente porque está na moda.
Graças a eles abrem-se novas milongas e melhoram as antigas. Inauguram-se cursos e academias, criando postos de trabalho para veteranos ejovens dançarinos.
E na milonga as ilusões substituem as lembranças. Ali reinam as expectativas, modestas ou desmedidas, começando pela de aprender a dançar. Mas nada é possível sem pagar o direito de pista.
Depois de vários meses de aulas, escoltada pela amiga mais experiente (já foi duas vezes), ela se anima a debutar na milonga. Se não se der bem, vai ter que aturar o colega de aula que dança menos. Ou o veterano que se acha professor e a ensina enquando dançam. Se tiver sorte, será iniciada por um homem carinhoso e compreensivo. Isto é fundamental porque, como toda mulher sabe, a primeira vez pode ser traumática. A partir daquela noite, estará eternamente condenada às expectativas.
Tomara que não chova ou que não anunciem novas medidas econômicas, assim os homens não ficam em casa. Que não haja partida de futebol, já que os clássicos costumam esvaziar as pistas. Tomara que não venha a namorada do fulano, assim ele dança comigo como na outra noite.
O homem também vai debutar, um dia. Seus nervos lembram outras provas decisivas de sua vida de macho. Escolhe uma mulher e a encara com tanto pânico e vergonha como daquela vez. A moça o ignora sem compaixão. No melhor dos casos, encontra uma conhecida que o salva da humilhação. Vai para a pista contando os oito passos do básico e, ao iniciar a seqüência que aprendeu na última aula, abalroa o casal da frente, tenta retroceder e bate no de trás. A metade da tanda ele tem a impressão que todos olham para ele e deseja ardentemente que o chão o engula.
Com o tempo aprenderá a reconhecer as boas dançarinas e esperar que ninguém as tire até a metade da tanda para ter sua oportunidade. Finalmente cada um irá construindo sua carreira de dançarino, feita de histórias passadas, experiências presentes e promessas futuras. Terão conseguido um clube para pertencer, um esporte para muitos anos, um culto para seguir, algumas feridas de guerra, um bom calo plantar, uma fama bem cultivada. Vários inimigos mortais, um amigo do peito, ex-parceiros, ex-amantes... e sempre mais expectativas.

Auf kleiner Flamme

A fuego lento en alemán

Die Milonga kocht auf kleiner Flamme. Am frühen Abend ist es kühl, die Kleidung frisch gebügelt, das Make-up und das Haar der Frauen tadellos.
Ein paar Stunden später brodelt das Lokal vor Hitze und Enthusiasmus. Alle sind nun da, und sogar noch ein paar mehr, und die Tanzfläche ist so voll, daß man praktisch nicht mehr tanzen kann. Alle sind gierig, niemand will eine Tanda versäumen. Freunde grüßen sich von ferne, wachsam wie Wachposten, um den Überblick über die dargebotenen Leckerbissen nicht zu verlieren. Die Frau bewegt sich nicht von ihrem Tisch weg, wie ein hungriger Lockvogel, der seiner Beute auflauert.
Unterdessen sind andere Dinge am Köcheln. Süße oder pikante Geschichten, manchmal auch bittere.
Manch ein alter Hase, von der Sorte, die nicht mehr gleich nach dem ersten Sieden durchgekocht sind, tanzt zum Aufwärmen mit denen, die ihm weniger gefallen, um sich von der Auserwählten ersehnen zu lassen, sie sich für die letzten Tandas zu reservieren und sie kurz vor der Sperrstunde richtig auszukosten.
Er weiß, daß man nicht gleich am Anfang das ganze Fleisch auf den Grill werfen soll. Wenn er zu früh anfangen würde, müßte er die ganze Nacht mit ihr tanzen oder sie in die Fänge der Geier abgeben, mit dem Risiko, daß sich der Effekt seiner Verführungskünste im Nichts auflöst. Einige weniger Geduldige werfen ihr Netz zu früh aus und gehen wie ausgekochte Kater auf die Pirsch.
Es gibt auch Mädchen, die sich gleich verbrennen. Der Naschhaftesten fällt das Warten schwer, und sie schnappt sich gleich am Anfang die beste Praline. Sie muß das Interesse wach halten, indem sie mehrere Tandas tanzt und sich ins rechte Licht rückt. Danach fordert sie keiner mehr auf. Und er setzt sie auf Diät, indem er mit anderen Frauen tanzt und sie sich für das Ende aufhebt, während sie brennt.
Die Klügeren nehmen zunächst mit einem Unvorsichtigen vorlieb, der den Wasserkessel erhitzt, damit ein anderer den Mate trinkt.
Aber früher oder später bekommen alle ihre Revanche. Die Rache ist ein Gericht, das kalt gegessen wird. Wer heute nur die Reste abbekommt, kriegt morgen das Hauptgericht. Wer heute der Aperitiv war, wird morgen die Kirsche des Desserts sein.
Gegen Ende der Milonga bleibt noch der Boden des Kochtopfs, das Konzentrat, die Essenz. Sie besteht aus den Blicken, die verloren gingen und nicht am Ziel ankamen, aus einer Mischung von Schweiß und Parfum, aus Versprechungen, aus verlorenen Schritten, aus zerschlagenen Träumen.
Es bleiben nur noch wenige übrig, im allgemeinen gute Tänzer oder so manch ein Beschwipster, der sich zu einsam fühlt, um nach Hause zu gehen. Mädchen in Zweier- oder Dreiergruppen, Freundinnen unter sich.
Jetzt ist die Gelegenheit, um den- oder diejenige auszukosten, auf den oder die man schon lange Lust verspürte. Man tanzt ungezwungen, die Tanzpaare machen Witze untereinander, auf der Tanzfläche ist viel Platz, es herrscht ein vertrautes, freundschaftliches Klima. Jetzt können Dinge passieren, die ein paar Stunden früher undenkbar gewesen wären. Am Ausgang der Milonga schlägt einer vor, ein Taxi zu teilen, und man hört: „Ich bringe dich nach Hause“ oder „nimmst du mich mit?“ oder „wer fährt wohin?“. Jeder ist zu müde für andere Sorgen.
Man könnte glauben, dass diese Dinge nur im Morgengrauen passieren. Aber es gibt auch Milongas am frühen Abend, bei denen man das Tageslicht nicht sieht und das Gefühl für die Zeit verliert, bei denen der Tag um zehn Uhr abends anbricht, wenn die Tänzer die Milonga erschöpft und glücklich wie nach einer langen Party verlassen.

Poets of the tiles and parks

Poetas de la baldosa y el parquet en inglés.

Crouched, handcuffed, tamed after long hours behind the steering wheel, the desk or the counter, he arrives to the milonga to decompress, extend, and express himself. It is his opportunity to be unique, to break with the rules of the herd.
Running all day behind the children, the men, the supermarket cart, the money, and the so often proclaimed emancipation, she finds in dance the time to dream, surrender, of letting herself go in the hands of somebody else and for a while not having to make decisions on her own. Cradled, protected, and guided she unpunishedly renounces to the mandate of being independent. At the same time she acquires new desires: sitting alone, she looks without pretenses at the man who she wants to dance with, embracing a stranger, and then another, and another…
There in the milonga man and woman will write their novel, which expresses the measure of their daily prison and the immensity of their dream of freedom.
For hours or minutes he will be able to be an artist: drawing the parquet with an invisible crease, making bodies vibrate like musical instruments, or declaiming that verse, which took him years to perfect so as to make it so synthetic that it would perfectly fit between scarce seconds between tango and tango. Although there is always an incontinent who relates his sonnet (or blabber?) during the whole segment.
But the main text, the ephemeral art written on the dance floor slate, is the dance itself.
"The tango steps are like the letters of the alphabet with which each dancer writes his or her own poem,” repeat tirelessly the instructors to those who want to learn sequences by heart, copy steps, imitate styles.
There are confined dancers, of brief and concise text, stripped and austere. Only the feeling, the quality of the embrace, and the way of carrying the beat rescues them from monotony. Some dazzle themselves with the dexterity of their phrasing. Others can be so flowery that they become annoying. Not to mention the unskilled dancers who dance a monologue by heart, don’t know how to mark, and when she cannot follow them they say with a wise expression: “you did not know this step, right?”
The poetry of women deserved its own chapter. It is presumed that they let themselves be lead. Although some resist themselves, it is not known if they do it because of modesty or because of an inconvenient attack of feminism. Others seem to be dragged, with a passivity that more surrender seems like resignation.
There are those that without losing the dialog print in the dance their own energy, using for the first time an embellishment, playing subtly with the distances and the gestures. They give to the accomplice floor the caresses they do not dare give the men. It is up to him to decipher the message.
And this miracle of creativity is repeated and multiplied in each couple, with each tango in a literature of unpublished and unrepeatable texts.
The porteño is an expert improvising, how to make it with that salary to the end of the month, how to cross the street without the light, how to face the one thousand and one daily problems in which the only sure thing is the uncertainty. “I’m going for it, it will occur to me eventually how to figure it out,” seems to be his motto in life as well as in tango.
Like that, the ancient art of the payador, the renewed art of the milonguero, and the art of daily living in Argentina have something in common: the sublime talent of improvisation.

Così si balla il tango

Así se baila el tango en italiano

Incontro che inizia con uno sguardo, continua in un abbraccio e culmina nel ballo. Combinazione di esperienza e creatività, equilibrio e sensibilità, comunicazione appassionata e timida seduzione.
Il grado di coinvolgimento si concorda quando ci si abbraccia, senza parole. La vicinanza, l’apile , il contatto delle teste, la pressione del braccio di lui che cinge la vita della ballerina, il peso del braccio della donna che gli attornia il collo. Un braccio che può essere avvolgente, carezzevole, oppure appoggiarsi alla spalla, sfiorandola appena con la mano.
Lui definisce la lunghezza dei passi e l’intensità del movimento a partire dalla salida . Lei accetta la scommessa e risponde dosando adeguatamente la sua energia.
Ballano insieme condividendo spazi pieni e vuoti. Ascoltano il corpo dell’altro, ne indovinano i piedi, ne percepiscono l’emozione, che a volte è timore, a volte sorpresa. Si confidano il proprio vissuto attraverso un dialogo intimo fatto di domande e risposte. A volte una supplica, un patto, una necessità. Altre volte un dubbio, la cautela, la diffidenza.
Qualche ballerina “anticipa” e risponde prima che l’uomo abbia finito di formulare la sua domanda, oppure lo lascia senza risposte. Qualche uomo si esprime con difficoltà o indecisione. Lei dovrà tradurre, ma capirà soltanto con una decina di secondi di ritardo, quindi rimarrà in tensione, si stancherà di più e si divertirà meno.
Non si guardano e non parlano. Se sono necessarie le parole significa che il linguaggio dei corpi sta fallendo. Lei non prende iniziative, aggiunge soltanto qualche “capriccio” che non alteri la continuità dello spostamento. Percepisce l’intenzione e ritarda appena, per creare aspettativa, soltanto una lieve tensione che attesti che lei c’è, che è presente, che lui non sta ballando da solo.
In quanto a gestione del tempo, nel tango come nella vita, la donna ha un unico potere sull’uomo: frenarlo, non fargli mai fretta. E’ quella la sua arte. L’uomo avanza e la donna oppone resistenza, sebbene senza troppa convinzione.
Milonguero autentico, non ha nemmeno bisogno di marcar. La stringe saldamente tra le braccia e la culla sul suo petto. La appoggia su di sé e la porta, “addormentata”, guidandola con il mantice ritmato del suo stesso respiro.
Sembrano uno solo, corpo e anima. Dicono che per ballare il tango si debba essere in due. Ma due non bastano. L’uomo e la donna, in questo rituale, ballano accompagnati.
Ballano con la musica, romantica o ritmata. Con lo stile inconfondibile di ogni orchestra, guidati dal ritmo o dalla melodia, dal bandoneón o dal violino. Ballano con il cantante, che sussurra all’orecchio ritagli di sogni o di incubi. Ballano con sé stessi, con i propri sentimenti, con il corpo, con l’udito che traduce la musica in movimento.
Le coppie si muovono in circolo, dando vita a un grande coro che amplifica le energie. Ballano con il pavimento, che custodisce le vibrazioni degli altri ballerini, e ripagano con carezze il suo sostegno. Ballano con lo sguardo esterno del pubblico, reale o immaginario, che li protegge e li approva.
Sottile equilibrio di relazioni dove nessuno dovrebbe avere il sopravvento. L’egoista, che balla da solo, priva il compagno della tanto anelata unione. La coppia che si isola, finisce per rimanere in disparte, perdendo l’opportunità di condividere il fuoco sacro degli altri e di contribuire alla danza tribale con il suo entusiasmo. Chi balla soltanto per esibirsi tradisce l’intimità.
Ma quando tutte le componenti partecipano con la stessa intensità, l’unione è perfetta. Mistero dei corpi in armonia, magia del tango che li conduce all’estasi, emozione assoluta, anima e corpo. Convivono così, palpitando all’unisono “sentendo sul viso il sangue che sale a ogni battuta”, “mescolando l’alito”, “chiudendo gli occhi per sentire meglio”1.
Per una contraddizione assurda, desiderano che il tango continui per sempre ma anche che finisca presto, temono che un’errore possa spezzare l’incantesimo.
Suona l’ultima nota, restano abbracciati ancora per qualche istante. Quando l’esperienza è straordinaria, le parole sono di troppo, si guardano quasi con pudore, o non si guardano affatto, commossi e spaventati da un simile smarrimento.

Un des sept péchés capitaux : la jalousie

Un des sept péchés capitaux : la jalousie
Comme un fil invisible, la jalousie s'insinue chez tous les danseurs autour de la piste et des tables. Péché capital dont personne ne réchappe. Ceux du fond envient ceux du premier rang. Ceux qui sont en couple jalousent ceux qui sont seuls, et ceux quisont seuls ceux qui viennent à deux. Les jeunes envient l'expérience et les plus vieux la fraîcheur, ceux qui travaillent tôt jalousent ceux qui peuvent rester jusqu'à n'importe quelle heure, les chômeurs ceux qui ont un emploi, les étrangers les porteños et les locaux ceux qui viennent voler les filles ou les milongueros. Voici monsieur Le laid, gros et vieux, une déesse assoupie contre lui avec un sourire de plaisir. Quel charme secret possède cet homme? Un beau garçon les regarde.
Comment s'avouer qu'il voudrait être entre les bras de l'homme pour comprendre ce qu'elle ressent? Plus loin, une autre sent peser sur elle le regard envieux d'une amie alors qu'elle se débat dans l'abrazo maladroit d'un prétentieux plus soucieux de briller avec ses figures que de se préoccuper de sa danseuse.
Quant à celle-là, elle est nouvelle et se sait séduisante. Immédiatement convoitée par les meilleurs danseurs, après quelques séries, elle se retrouve le bec dans l'eau, contemplant amèrement la petite grosse agile et sensuelle qui a récupéré ses partenaires à la recherche de partage et d'harmonie.
Assises à une table, un trio de “mal dansées” jalousent les jolies, les jeunes, les bonnes danseuses, celles qui ne font jamais tapisserie! Impitoyables, elles critiquent tout, de l'abrazo jusqu'à la tenue vestimentaire. Les hommes eux-mêmes ne sont pas épargnés. Convaincues que ce sont eux qui ont toutes les prérogatives, elles les observent avec une haine mal dissimulée et se plaignent ensuite qu'ils ne viennent pas les inviter Celle-là paraît inaccessible. Un soir, elle arrive accompagnée et l'élu réveille la jalousie de ses habituels chevaliers servants. “ C'est toujours moi le perdant ” se lamente en silence un prétendant mélancolique. “ Celle-là, je ne la fais plus danser ”se dit un autre, indigné“.
Finalement ce n'était pas impossible, pense un troisième, peut-être qu'ensuite, moi aussi, j'aurai ma chance. ”
Il y a les couples stables, fiancés de longue date ou couples mariés qui suscitent la jalousie et la méchanceté des célibataires et des francs-tireurs. Ils dansent entre eux et avec tout le monde. Sont-ils complices? Lui, est-il un entremetteur et elle une ingénue? se demande-t-on avec curiosité et une certaine perfidie. Et la jalousie? La supportent-il ou en sont-ils dépourvus? Les oiseaux de mauvais augure prophétisent ruptures et autres catastrophes. Pendant ce temps, les couples résistent avec une solidité qui étonne et se donnent le luxe de prodiguer sympathie et camaraderie.
C'est encore la jalousie que ressentent ceux qui ne dansent pas lorsque leurs amis de toujours commencent à fréquenter les milongas. “ J'aimerais bien aller voir ”disent-ils. Mais ils n'ont jamais le temps. La vengeance arrive insidieuse mais inévitable. Ils ne téléphonent plus pour proposer des sorties. Ils ne les invitent plus à leurs fêtes sous prétexte qu'à présent qu'ils dansent ils sont occupés.
En fin de compte, dans les milongas chacun espère passer du statut d'envieux à celui d'envié. Même s'il y a des incurables qui, rageusement, espionnent avec rancœur les trésors du voisin.
D'autres finissent par se rendre compte que la jalousie bien comprise est le premier pas vers l'apprentissage. Et ils font contre mauvaise fortune bon cœur.

Conferencia sobre el tango en la Maison de l' Amerique Latine, París.